LUSITANIA (II)

Las antiguas casas señoriales como bellas durmientes esperan el príncipe restaurador que las devuelva el resplandor de antaño, muchas ya han sido recuperadas reconvertidas en museos o palacios para turistas. Otras tantas en venta victimas de la especulación, parece increíble tanto patrimonio histórico dejado de la mano de Dios, no dejas de sorprenderte.

En el centro de Sintra se encuentra el Palacio de la Vila con sus características chimeneas cónicas, únicas, un palacio muy bien conservado digno de ser visitado, eso si, cuidado que si te pilla una excursión de japos, de abuelos españoles o de niños portugueses te vas a perder la mitad.


Paseando por el pueblo, esas curvadas calzadas portuguesas de pequeños adoquines cuadrados, colocados a 45º, brillan con la fina lluvia como si fueran las escamas de un dragón que te llevan hasta lo más profundo de su bosque.


Sintra en un día nublado y sus húmedos bosques, son como un decorado para una película de Johnny Depp y Tim Burton (tipo Sleepy Hollow) en cualquier momento saldrá el caballo con su jinete negro sin cabeza, corriendo entre los árboles forrados de musgo verde con esas ramas tan enrevesadas y retorcidas, como si tuviesen artrosis. La ciudad está vigilada por las torres del castillo de los moros, lo que le da un aire más de película… Si el patrimonio arquitectónico de Sintra impresiona, sus bosques, piedras verdes de terciopelo, fuentes, y esos majestosos árboles te dejas sin palabras, no es de extrañar que la aristocracia europea y escogiera estas tierras para construir sus palacios de veraneo… como el Palacio da Pena que parece sacado de un cuento de hadas inspirado en los castillos bábaros y el de Monserrate. En su época ya les sirvió de inspiración a Anderssen i a Lord Byron